miércoles, 29 de abril de 2009

Cuento ancestral (anónimo).


Un joven samurai llegó hasta una aldea en busca de un gurú, que pudiera responder a una pregunta que lo atormentaba. Consultó a distintas personas durante un día entero, hasta que halló a una anciana, que le indicó un camino que daba a una montaña, donde hallaría por fin el tan ansiado maestro.
El samurai, entusiasmado, emprendió la marcha no bien cantó el gallo, luego de haber pasado la noche en una posada.
Subió, sin escatimar esfuerzos, la escarpada ladera, hasta que divisó una humilde cabaña y lleno de expectativa golpeó, decidido, la puerta.
Luego de insistir varias veces, se inclinó con respeto, cuando el gurú finalmente le abrió. Y no sin aclararle cada uno de los inconvenientes que había tenido que sortear para hallarlo, le hizo su pregunta:

-Venerado maestro, ¿existen el cielo y el infierno?

E l gurú no se inmutó y luego de escrutarlo largamente en el más absoluto silencio, casi cerrándole la puerta en la cara, le disparó:

-¿De que serviría mi respuesta a un simple samurai? –Ofendido y movido por un irrefrenable impulso, el samurai echo mano a su espada para cortar en dos al maestro que sin pestañear, le susurro:

-Acabas de abrir las puertas del infierno.

Luego de unos segundos de perplejidad, el samurai reaccionó, envainó su espada y se deshizo en elogios, loas y agradecimientos por la magistral sabiduría del gurú quien solo se limitó a decir:

-Ahora has abierto las del cielo…

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